En seguida, sin saber por qué, he abierto un libro que tengo en la biblioteca. El libro posee algo de lo que algún día quisiera hablarles, aunque no sé cómo. Sobretodo, porque el hecho de pensar en los padecimientos de Un Hombre (a quien me acerqué tan íntimamente primero por azar, luego con asombro y más tarde como un joven lector) es algo que siempre me ha interesado. Una lluvia mansa de esas que empiezan pero que no sabes cuándo terminan.
La fotografía del periódico (Normando pasea junto a su mujer
Pensando en la cruda y maravillosa última entrevista que Oriana Fallaci nos regaló en su libro Entrevista con la Historia, no puedo sino ver a Normando en el lugar de Alekos, con ojos llorosos, con una expresión denodada, como la que tiene el cubano y todos sus compañeros vivos o muertos, como la que tienen los poetas que viven en nidos de ratas, de pie contra la muerte.
Me he acordado así, de golpe, sin un nexo claro de unión, de Arkadi Babchenko, Vasili Grossman, Primo Levi, Eloi Leclerc o Ryszard Kapuscinski y su Guerra del fútbol. Porque... «a aquellos que, apáticos e inertes, se hunden en el abismo sin remisión ni resistencia, esperando tan sólo el choque de sus cuerpos contra el fondo, les basta con que en la oscuridad brille un sólo rayo de luz para emprender la escalada».
En aquél momento, al leer aquellas líneas, he pensado que apenas hay en el mundo nadie tan cercano a ellos, nadie que los comprenda mejor en el caleidoscopio de nuestras mil contradicciones.
Alekos, ¿qué significa ser un hombre?
Significa tener valor, tener dignidad. Significa creer en la humanidad. Significa amar sin permitir que un amor se convierta en un ancla. Y significa luchar. Y vencer. Mira, más o menos lo que dice Kipling en aquella poesía titulada «Sí». Y para tí, ¿qué es un hombre?
Diría que un hombre es lo que tú eres, Alekos.