Esta semana he vuelto a soñar con un mundo sin sol y a la intemperie. La arrogancia y los escrúpulos –que también son los míos– iban en un barco y querían bajar a tierra firme, allí donde estamos amenazados por la pérdida de sentido común. Seguí soñando con los niños de la guerra, niños de una guerra que siempre es la misma y de una ciudad que es bombardeada todos los días y donde también había héroes y traidores, hombres y mujeres valientes. Quise despertar pero no pude, me hundía en el mismo sueño y lloraba. También yo era un niño y quería apagar mis sentidos, borrar todo instante que fue la última oportunidad para cruzar una puerta, embarcarse y amar.
Luego me despierto con una lágrima atrapada en las pestañas.
Por eso duermo tan poco.
