4.12.10

No nos mojamos y tampoco el sol quema

Acabo de leer una reflexión de Joseba Louzao sobre "la masa". Y sobre la libertad. Y sobre nosotros. Me ha dado algo de miedo. No hay nada más que prender la radio, el televisor o internet ‒en estos tiempos que nos acechan‒ para sentir el ruido incesante de la calle, el ruido creciente de la ciudad, el paisaje de hambruna política y malestar donde las mezquindades quedan ‒o quedarán‒ silenciadas de manera natural.

¿Puede el futuro de los hombres encontrar esperanza en "la masa"? “La masa nos secuestra. Pertenecemos a ella y ella nos pertenece, no lo olvidemos”, dice Joseba.

Con esta idea pongamos por caso que la ciudad es "la masa". Luis Martín Santos expresaba en su obra Tiempo de Silencio ‒con un sarcasmo terrible‒ la idea de que la ciudad era siempre un reflejo del propio hombre.
“El hombre nunca está perdido porque para eso está la ciudad (para que el hombre no esté nunca perdido), que el hombre puede sufrir o morir pero no perderse en esta ciudad, cada uno de cuyos rincones es un recoge-perdidos perfeccionado, donde el hombre no puede perderse aunque lo quiera porque mil, diez mil, cien mil pares de ojos lo clasifican y disponen, lo reconocen y abrazan, lo identifican y salvan, le permiten encontrarse cuando más perdido se creía en su lugar natural…”
Con todo esto pienso que la libertad está enterrada cuando la conciencia interior se difumina entre nosotros y "la masa", sin pertenecer a uno ni a otro. Y sin la libertad, ¿qué vale la pena?.

Desde hace pocos días, tal vez como un antídoto personal ante "la masa" y otras razones, cuelga de mi ventana una hoja donde he escrito algo que me dijo, con otras palabras, Francesca Petringa: "Para mí, a cualquier persona que (por la mañana) al despertarse, a pesar de tener un techo cálido (sobre su cabeza) y algo de comida (en la despensa) y una familia (o amigos que le quieren), la porquería se le mete en los ojos y la boca todo el tiempo, con innegables gestos de hastío, amargura y mal humor, habría que prohibirle entonces, por egoísta, caminar las calles y los caminos de este mundo".

Pues eso, apaguemos el mundo insensible que nos rodea.